lunes, 3 de diciembre de 2012

Vida


Todos dicen que hay que luchar para seguir adelante, pero yo muchas veces me pregunto ¿Para qué luchar si ni siquiera sé donde ir? No sé qué objetivos tengo que cumplir, sigo viviendo como si fuera un triste robot automatizado, aguantando y soportando las cosas que la vida me ha mandado. Me suelo poner melancólica al recordarme de niña, recordando que a pesar de los problemas yo seguía jugando con mis muñecas formándoles una vida en miniatura casi perfecta. Que mientras iba creciendo quería hacerlo cada vez más rápido, tanto que hasta me vestía con la ropa de mamá, simulando haber crecido demasiado. Es una ironía que me cuesta entender y aceptar, no la entiendo porque capaz no la puedo disfrutar. Yo siempre digo que de niños, no es que realmente queríamos crecer, queríamos vivir la vida de un adulto pero volviendo siempre a la niñez.
Después de haber deseado conocer el sabor de la vida, me di cuenta que hacía tiempo que lo conocía pero trataba de huir de esa realidad algo salada. ¿Valerme por mi misma? es algo que todavía tengo que aprender, lo tengo que aprender rápido porque las ajugas del reloj no avanzan muy despacio y en estos momentos me encuentro en la nada de un gran mundo tortuoso donde lo único que veo brillar es la luz de las estrellas de las noches frías que me esperan después de cada día. Pasan las horas y aunque no lo quiera creer no todo es como ayer. Ahora sé que los amigos se cuentan sólo con una sola mano, ya que algunos que se hacen llamar así en el mínimo descuido nos acuchillan por atrás y no paran hasta llegar al corazón y que la belleza verdadera está en el interior y no en el exterior. Sé que detrás de la magia hay un truco y que aunque quiera no puedo ser yo diferente a lo que soy. Sé además que hay que seguir adelante a pesar de no saber a dónde ir, hay que seguir y que si caigo es para volverme a levantar, y aunque la oscuridad y la soledad estén siempre presente sólo debo llorar, secarme las lagrimas, levantar la cabeza y volver a brillar, porque si algo es cierto, es que llorar no te hace más débil, si no que demuestra que eres capaz de expresar lo que sientes en el interior.
El amor de mamá y papá siempre estará presente, aunque si no lo valoras vas a creer que tienes todo cuando en realidad no tienes nada. Lo feo de esta realidad es que nos damos cuenta tarde, y quizá demasiado. Y es cuando nos inundan los recuerdos unos feos, otros buenos y algunos que es preferible ni haberlos vivido.
Hoy escribo estas líneas para que lo lean y puedan preguntarse ¿Qué ES LO QUE MÁS VALORAN? Y pregúntense también que harían si ya todo lo habrían perdido…

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